Crónica

Referéndum Cataluña 1-O

ENTREVISTA

Enrico Letta: "Los referéndums pueden ser instrumentos de demagogia"

Enrico Letta SERGIO GONZÁLEZ VALERO

Aunque aún es relativamente joven, Enrico Letta ya ha sido absolutamente todo aquello a lo que puede aspirar un político en la vida: europarlamentario, diputado del Parlamento italiano, tres veces ministro, primer ministro... A sus 51 años, está libre de funciones políticas, tras dimitir en febrero de 2014 de su cargo como jefe del Gobierno italiano y abandonar su escaño de diputado. En la actualidad dirige la escuela de asuntos internacionales del Institut d'Études Politiques de París (el famoso Sciences Po) y preside el Instituto Jacques Delors.

Todo eso, sumado al detalle de que nació en Pisa, en plena Toscana italiana, pero se crió en Estrasburgo, le convierte en la persona probablemente más idónea que existe en estos momentos para analizar los graves problemas que acechan a Europa y vislumbrar el modo de solventarlos. Letta ofrece su diagnóstico al respecto en "Hacer Europa y no la guerra" (Editorial Península), un libro profundamente pedagógico en el que examinan las graves amenazas que se ciernen sobre la UE y que hacen que se encuentre en una situación inédita de grave peligro. Pero Letta es optimista: ahora se abre una ventana de nueve meses para salvar Europa, y espera que la oportunidad no se desperdicie. Porque si no, advierte, la UE puede saltar por los aires con la siguiente crisis.

"Las crisis han mostrado que Europa había sido construida para el verano, no para el invierno ni la tempestad"

En los últimos años Bruselas es señalada reiteradamente como el origen de todos los males, el viejo deporte de despotricar contra ella se ha agudizado enormemente. ¿Por qué?
Porque se han desatado simultáneamente varias crisis gigantescas que no tenían precedentes: la crisis del euro, una crisis durísima como no se había visto nunca antes; la crisis de los refugiados, también muy grave y de unas dimensiones que se desconocían; el Brexit, algo completamente nuevo porque ningún país antes ha abandonado la UE; y el terrorismo, otro terrible problema que ha atacado a casi todos los países europeos y que de esa manera era desconocido. Estas cuatro crisis no tienen precedentes, se han producido a la vez y han puesto bajo ataque el modelo de gobernanza europeo. Estas cuatros crisis han dejado en evidencia que Europa no tiene la fuerza necesaria para responder a estos problemas, han mostrado que Europa había sido construida para el verano, no para el invierno. Y cuando ha llegado la tempestad, eso ha quedado palmariamente claro.
Según su cronología, la Gran Depresión aún está por llegar y se la espera para 2018. ¿Pero no nos estábamos recuperando?
Todo eso ha provocado que Europa llegara al mayor punto de ruptura posible. Europa podía haber saltado por los aires. Las elecciones francesas y la victoria de Emmanuel Macron han hecho de contrapeso y ahora, tras las elecciones de hoy en Alemania, se abre una ventana que nos da la oportunidad de hacer una Europa preparada para el invierno.
En países como España o Italia, que hasta no hace mucho eran profundamente pro-europeos, asistimos en los últimos años a un enorme crecimiento del sentimiento antieuropeo... ¿Es preocupante?
Sí, absolutamente. Sobre todo en Italia, donde el anti-europeísmo ha crecido de manera increíble. Ahora mismo, el 50% de los italianos está a favor de la UE, y el 50% en contra, y en las elecciones generales que celebrará el año que viene será sin duda uno de los temas de debate más importantes, por no decir decisivo. Para resolver este problema del anti-europeísmo, es necesario acudir a la raíz del problema y aprovechar esta ventana de oportunidad para relanzar Europa que ahora se nos presenta.

"Tenemos que dejar de echar la culpa de todos los males a los partidos populistas, dejar de demonizarlos"

¿Y cree que Bruselas lo hará?
Soy optimista. Igual que durante la crisis hemos tenido simultáneamente varias características negativas, ahora veo una contemporaneidad de características positivas. No olvidemos que las elecciones presidenciales francesas las ha ganado Macron enarbolando la bandera europea, imponiéndose a una candidata antieuropea como es Marine Le Pen y llevando la UE al centro del debate. Macron tiene un mandato europeísta por parte de sus ciudadanos y tiene en ese sentido una fuerza que no tenían sus predecesores. Si Merkel gana hoy domingo las elecciones, como todo parece apuntar, será su cuarto y último mandato. Y eso, el hecho de que no pueda volver a ser canciller, significa que ya no está obligada a hacer un discurso sólo alemán. En este su cuarto y último mandato Merkel podrá desarrollar un liderazgo europeísta, y creo que lo hará. Y en tercer lugar: Gran Bretaña ha decidido dejar la UE. Yo era contrario al brexit, pero ahora que ha ocurrido hay que aceptarlo y buscar su un lado positivo, que lo tiene. Gran Bretaña bloqueaba muchas iniciativas dentro la UE, como, por ejemplo, la de poner en marcha una fiscalidad igual para las empresas en todos los países europeos. Eso evitaría que grandes conglomerados como Google o Apple se aprovecharan de las contradicciones en fiscalidad que ahora mismo hay de uno a otro país para no pagar impuestos. En resumen: se está creando una conjunción astral que puede cambiar Europa. Pero hay que actuar ya, moverse rápidamente.
¿En qué otros aspectos el brexit puede beneficiar a la UE?
El que Gran Bretaña se vaya de la UE supone una gran oportunidad también de democratizar Europa. Yo propongo que los 73 parlamentarios con que ahora cuenta el Reino Unido, y cuyos escaños no pueden ser cancelados porque no lo permite el tratado de la UE, sean elegidos por los 400 millones ciudadanos europeos en una circunscripción paneuropea con candidatos de todos los países, lo que nos daría una fotografía precisa sobre qué es lo que quieren los ciudadanos europeos: si una UE más social, más austera, más federal, más soberanista... Aunque esos diputados sólo representen el 10% del Parlamento Europeo, su peso político sería enorme. Porque la realidad es que los europarlamentarios hasta ahora siempre han sido elegidos siguiendo lógicas totalmente nacionales. Además, la otra opción que hay, que es redistribuir esos 73 escaños entre los países europeos, me parece terrible. Me imagino la lucha entre Chipre y Malta por uno de esos diputados y, sinceramente, es algo que no querría ver.
¿Y dónde ve a España en esa conjunción astral europea?
España e Italia tienen que jugar en ese partido, deben estar ahí. Francia y Alemania no pueden llevar a cabo ellas solas las reformas que la UE precisa. Se necesita a los cuatro grandes países europeos.
Usted dice que Merkel puede ser parte de la solución de Europa. Sin embargo no son pocos los que consideran que ella es el verdadero problema de la UE, al haber hecho una Europa dominada por Alemania...
Sin duda, en estos años ha habido un predominio alemán. Pero ahora está Macron. Francia es el único país europeo que puede reequilibrar a Alemania. Y más después del brexit, que ha hecho de Francia un país más fuerte en la UE: el único con proyección militar, con armas nucleares, con un puesto fijo en al consejo de seguridad de la ONU y por tanto con derecho de veto...
Y esa ventana para reformar Europa que se abre ahora, ¿cuándo cree que se volverá a cerrar?
En unos nueve meses. Porque luego, en verano, comienza la fase final de la legislatura europea, el embudo del brexit y la fase final de Mario Draghi como presidente del Banco Central Europeo, otro enorme problema porque si su sucesor fuera Jens Weidman, el presidente del Bundesbank, sería un desastre. Por todo eso hay que actuar rápido, hay que ponerse en marcha ya.
Y si se cierra la ventana sin que se hayan hecho los cambios necesarios, ¿existe el riego de que la UE se haga pedazos?
Sí. Un gran riesgo, enorme. Porque los problemas están ahí. Y si no se resuelven ahora, en la próxima crisis la UE corre el riego de saltar por los aires.
En los últimos años Europa ha asistido al nacimiento de numerosos partidos alternativos, definidos globalmente como populistas. ¿Qué piensa de ellos?
Creo que tenemos que dejar de echar la culpa de todos los males a los partidos populistas, dejar de demonizarlos. Sobre todo, porque son movimientos muy distintos entre ellos. No se puede equiparar a Marine Le Pen con el movimiento italiano Cinco Estrellas o con Podemos. De hecho, ciertos populismos se han visto impulsados por los grupos dirigentes. El brexit, por ejemplo, ¿es culpa de los populistas o de Cameron? Yo creo que es culpa de Cameron y de un referéndum que no se debía convocar, y que convocó para resolver una cuestión interna dentro de su propio partido. Así que hay que estar atento a lo que se dice sobre el populismo. Muchas veces se usa el populismo para esconder los defectos de las clases dirigentes. Es el caso por ejemplo de Trump. Yo estoy en contra de Trump, pero no es culpa de Trump el que haya ganado unas elecciones: yo creo que los responsables son los demócratas y los republicanos, que se han suicidado políticamente.
En las últimas elecciones generales italianas, en 2013, el movimiento Cinco Estrellas fue el partido más votado, y sigue encabezando los sondeos de cara a los comicios del año que viene. ¿Qué ocurriría si ganase?
Italia es un país extraño. Tiene un panorama político muy fragmentado, pero también una ley electoral proporcional pura. Y, con esa ley, lo que cuenta es hacer coaliciones. Así que gobernará quien consiga formar una gran coalición. Y Cinco Estrellas se niega a hacer coaliciones, quieren permanecer puros.

"Existe una palabra clave, y es legalidad... La legalidad española es parte integrante de la legalidad europea"

¿Qué opina del referéndum de independencia convocado unilateralmente por el Ejecutivo catalán?
No soy ciudadano español, así que es algo que miro desde fuera.
Pero a veces las cosas se ven mejor desde la distancia...
Es una cuestión de política interna, así que es algo en lo que no quiero entrar. Lo único es que creo que en todo esto hay una palabra clave, y esa palabra es legalidad. La legalidad española es parte integrante de la legalidad europea, y la legalidad europea está hecha de la legalidad española. Así que, fuera de la legalidad, no existe una vía política legítima. Yo obviamente espero que Cataluña no se separe de España, pero sobre todo quiero insistir en que la legalidad es fundamental. No existen iniciativas políticas legítimas fuera de la legalidad.
¿Y en su opinión la UE está gestionado bien todo este asunto del referéndum de catalán?
¿Qué puede hacer la UE? Es un asunto interno de España.

"Son una forma de simplificar los problemas complejos, y son fáciles de manipular. Como un 'me gusta' en las redes sociales"

Usted es muy crítico con los referéndums, hasta el punto de asegurar con sorna que sólo deberían celebrarse en Suiza...
Sí, así lo señalo en mi libro, pero le subrayo que lo escribí mucho antes de que se convocara el referéndum catalán y que por tanto no lo tenía en mente cuando lo redacté. Pienso que el referéndum es un instrumento que debe ser manejado con mucho, mucho cuidado. Considero que no es la panacea de la democracia, que ofrece atajos que dan la impresión de ayudar a la democracia cuando en realidad la debilitan. Como ya hemos visto en varios casos el año pasado como el brexit o la consulta sobre la reforma constitucional en Italia, los referéndums pueden ser instrumentos de demagogia. Es una forma de simplificar los problemas complejos y son fáciles de manipular, porque los electores sólo pueden optar entre un sí o un no y además no suelen responder a la pregunta propiamente dicha sino que votan en función del efecto político que ésta producirá. Me parece que es necesario reflexionar sobre el voto en la época de las redes sociales y de internet. Porque hay quien piensa que el voto hoy es como un «me gusta» o como seguir a alguien en las redes. El me gusta o el «seguir» a alguien en las redes sociales una expresión de voluntad de la que uno se puede desdecir inmediatamente, pero que nos acostumbra a la volubilidad, cuando el voto es algo muy serio que permanece durante cinco años o, en el caso de un referéndum como el del brexit, es algo cuyas consecuencias pueden durar un siglo. La sacralidad del voto es opuesta a la volubilidad del me gusta.