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¿Apoyará finalmente Francia el Midcat? Estos son los factores que juegan en contra
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Vuelve el drama pirenaico

¿Apoyará finalmente Francia el Midcat? Estos son los factores que juegan en contra

El ministro de Economía francés, Bruno Le Maire, afirmó este martes que su país reexaminará el proyecto del gasoducto por la petición de Alemania y España, aunque los problemas que lo lastran continúan

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz. (Reuters/Wolfgang Rattay)
El canciller alemán, Olaf Scholz. (Reuters/Wolfgang Rattay)
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Por enésima vez, el Midcat vuelve a estar en boca de todos. El proyecto del gasoducto que conectaría a España y Francia a través de los Pirineos Orientales ya había recibido un fuerte impulso hace dos semanas por las palabras del canciller de Alemania, Olaf Scholz, a favor de la infraestructura. Sin embargo, el hito más reciente en la complicada y larga historia de la tubería tuvo lugar este martes, cuando el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, afirmó que su país estaba dispuesto a volver a plantearse su construcción. "Es una cuestión muy antigua, pero desde el momento en que el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y el canciller alemán, Olaf Scholz, representantes de dos países amigos de Francia, nos han hecho esta petición, vamos a examinarla", indicó Le Maire en rueda de prensa.

Las palabras del ministro, la primera referencia oficial al gasoducto por parte de un miembro del gabinete francés desde 2018, llegaban después de una reunión entre Sánchez y Scholz en el palacio de Meseberg, situado 70 kilómetros al norte de Berlín, en la que reiteraron la necesidad de solucionar la escasa interconexión gasística de la península ibérica con el resto del continente. "Hay que recordar que España concentra el 30% de las capacidades de regasificación de toda Europa y no podemos utilizarlas de manera total y completa como consecuencia de tener un cuello de botella", indicó el presidente del Gobierno español durante la rueda de prensa posterior al encuentro. Una postura que se ha visto respaldada por completo por una cancillería alemana sedienta de gas a raíz de la reducción de envíos del combustible por parte de Moscú, hasta hace poco su principal suministrador.

Foto: El ministro francés de Economía, Bruno Le Maire. (Reuters/Sarah Meyssonnier)

El proyecto del Midcat es el máximo representante de esta ambición de ampliar las exportaciones españolas de gas. Sin embargo, pese al renovado interés en torno a la infraestructura, el principal problema que ha provocado la parálisis del proyecto desde el momento en que empezó a idearse, hace ya más de 15 años, continúa en pie: París, simplemente, no lo necesita. Esto, junto a las limitaciones de las infraestructuras francesas, la escasa ventana de utilidad de la tubería y la falta de credibilidad en la promesa de utilizarlo para el transporte de hidrógeno verde, son los principales factores que siguen lastrando su construcción.

Foto: Una estación de compresión de gas. (Reuters/Vasily Fedosenko)

Un vecino desinteresado

Francia, un país que produce cerca del 70% de su electricidad mediante centrales nucleares —aunque actualmente afrontan múltiples problemas de mantenimiento— apenas utiliza gas natural para este propósito. Pese a ser el séptimo país más rico del mundo, se sitúa en el puesto 28 en términos de consumo del combustible, cuyo uso en el hexágono se limita a la calefacción y a un modesto volumen de producción industrial. "Con el gas que actualmente recibe Francia de otras fuentes, como Noruega o Argelia, es suficiente. No tienen necesidad de importar gas de España", explica Phuc-Vinh Nguyen, investigador del Instituto Jaques Delors en París especializado en energía, a El Confidencial.

A lo largo de la odisea del Midcat, Francia ha pasado de la oposición frontal al proyecto a ponerse de perfil, asegurando en varias ocasiones recientes que no está poniendo trabas al proyecto. Pero lo cierto es que existen pocos incentivos para que París emprenda un proyecto en el que no tiene mucho que ganar. "Nunca ha sido una prioridad para Francia, lo que hizo que nunca saliera adelante. Esto, además de su elevado precio", añade Nguyen. La última estimación del costo de la infraestructura, calculado en 2018, es de 440 millones de euros.

La posibilidad de que la Unión Europea contribuya parcialmente a financiar el gasoducto podría contribuir a cambiar los cálculos en París, pero independientemente del precio final, el Midcat seguirá sin ser una prioridad para Francia. Una solución rápida del entuerto, como repentinamente parecen desear España y Alemania —dos países que durante años han arrastrado los pies o ignorado por completo el proyecto— se anticipa difícil de alcanzar.

Foto: Obras de un gasoducto.

Limitaciones más allá de los Pirineos

Actualmente, España únicamente cuenta con dos interconexiones con Francia, una en Larrau (Navarra) y otra en Irún (Guipúzcoa), que permiten entregar unos 7.000 millones de metros cúbicos (7 bcm) anuales. El Midcat duplicaría esta capacidad de transporte, añadiendo un máximo de 7.5 bcm adicionales cada año.

Sin embargo, ¿qué ocurre una vez el combustible atraviesa los Pirineos? Cuando la Comisión Reguladora de Energía (CRE) realizó en 2016 su estimación del costo del Midcat, arrojó una descomunal cifra de en torno a 3.000 millones de euros. Esta diferencia con los —de por sí considerables— 440 millones calculados en 2018 se debe a la inclusión en el presupuesto de la actualización necesaria de la red de tuberías para transportar esta cantidad de combustible del sur al norte de Francia. Las infraestructuras francesas, simplemente, no están preparadas para transportar tal volumen de gas, incluso si España logra que lleguen a su sistema.

Y ese no es el único problema. Una vez en el norte, el paso de gas de Francia a Alemania supondría un nuevo escollo. "La interconexión entre Francia y Alemania ya está siendo utilizado a un nivel muy elevado, así que no estoy muy seguro de que fuera posible enviar mucho más gas", opina Nguyen.

Esta serie de costosos obstáculos constituyen una parte importante de la discrepancia entre las percepciones desde París y Madrid. Mientras Ribera promete —con un considerable optimismo— que el proyecto podría terminarse en cuestión de meses, en Francia lo ven como una cuestión de años. “Estamos hablando de una infraestructura que se pondrá en marcha en cinco o diez años. Esta no es una respuesta a la crisis actual”, dijo el martes la nueva presidenta de la Comisión Reguladora de Energía francesa, Emmanuelle Wargon, en entrevista con Radio Classique.

Una ventana limitada

Las declaraciones de Scholz de esta semana no se producen en el vacío. El país se enfrenta a su invierno más difícil debido al estrangulamiento del suministro del gas ruso, cuyo tránsito a través del gasoducto Nord Stream 1 apenas alcanza un 20% de su flujo habitual. En medio de este doloroso divorcio tras años de romance energético con Moscú, Berlín está mirando en todas las direcciones posibles para amortiguar esta carencia. "Scholz está haciendo muchas promesas, en gran medida porque intenta mandar un mensaje tranquilizador hacia sus ciudadanos", considera el experto del Instituto Jaques Delors.

El problema alemán resulta especialmente grave en el corto plazo, pero en el medio y largo su objetivo es claro: sustituir las importaciones de gas ruso por las de gas natural licuado (GNL) de otros proveedores. Para ello, Berlín necesita aumentar drásticamente su capacidad de regasificación, que actualmente es casi nula. El plan ya está en marcha, con el alquiler de cuatro unidades flotantes de almacenamiento y regasificación (FSRU) y la construcción de una quinta para finales de 2022. Sin embargo, hasta que cuente con plantas fijas, cuya edificación tomará entre tres y cinco años, Alemania seguirá buscando tantas alternativas como sea posible.

Foto: Un buque transportador de gas natural licuado de la rusa Gazprom, cerca de Kaliningrado. (Reuters/Vitaly Nevar)

El Midcat suscita el interés de Berlín precisamente para este periodo, pero una vez concluya, Alemania no necesitará el gas procedente de la península. La capacidad de exportación de gas de España responde, al fin y al cabo, a su elevado número de plantas regasificadoras. La comisaria de Energía de la UE, Kadri Simson, arrojó en mayo una jarra de agua fría sobre la posibilidad de resucitar el proyecto transpirenaico precisamente por la enorme cantidad de terminales de GNL en construcción, los cuales entrarán en el mercado en los próximos años.

Los castillos en el aire del hidrógeno

En el caso del Midcat, la contradicción de embarcarse en proyectos de infraestructura de gas natural, un combustible fósil, en plena transición energética, se ha intentado resolver con la carta habitual: la del hidrógeno verde.

Esta tecnología, como se denomina a la producción de hidrógeno a partir de la electrólisis del agua y mediante electricidad 100% renovable, está todavía en una fase muy temprana. Eso no impide que los responsables del proyecto, además de numerosos políticos de España y Portugal, hayan reiterado una y otra vez la posibilidad de que el Midcat se reutilice en un futuro no muy lejano para transportar hidrógeno verde. Una manera de hacer que el gasoducto resulte más atractivo a ojos de Bruselas y, de paso, pueda financiarse con fondos europeos destinados a proyectos renovables.

Foto: Un buque metanero de transporte de GNL, cerca de Tokio, en Japón. (Reuters/Issei Kato)

Pero expertos del sector coinciden en que este factor tiene mucho de estético y poco de realidad. "Olvidémonos del hidrógeno. Es el recurso habitual para intentar garantizar que los proyectos gasísticos continúen como siempre. No es una solución a corto plazo. Ni siquiera es una solución a mediano plazo", asevera Nguyen. Otros van más lejos. "La economía de un proyecto para convertirlo de gas a hidrógeno ahora mismo resulta totalmente inviable", asegura a El Confidencial un analista energético con conocimiento de primera mano del proyecto Midcat. "Hablando claro: cualquiera que diga que el gasoducto se va a construir pensando en transportar hidrógeno de aquí a unos años está construyendo un castillo en el aire", sentencia.

El sueño del Midcat lleva 15 años sin llegar a un final feliz. El actual contexto europeo, en el que la seguridad energética ha adquirido un papel predominante tras décadas de reinado del mejor postor, es el más favorable hasta la fecha para el gasoducto. Sin embargo, está por ver si la coyuntura tendrá el peso suficiente para compensar los defectos que el proyecto —como el propio Gobierno español admitió al cancelarlo en 2019— continúa arrastrando.

* Este artículo se publicó originalmente el 13 de agosto de 2022 y ha sido actualizado tras las declaraciones del Ministro de economía francés de este martes.

Por enésima vez, el Midcat vuelve a estar en boca de todos. El proyecto del gasoducto que conectaría a España y Francia a través de los Pirineos Orientales ya había recibido un fuerte impulso hace dos semanas por las palabras del canciller de Alemania, Olaf Scholz, a favor de la infraestructura. Sin embargo, el hito más reciente en la complicada y larga historia de la tubería tuvo lugar este martes, cuando el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, afirmó que su país estaba dispuesto a volver a plantearse su construcción. "Es una cuestión muy antigua, pero desde el momento en que el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y el canciller alemán, Olaf Scholz, representantes de dos países amigos de Francia, nos han hecho esta petición, vamos a examinarla", indicó Le Maire en rueda de prensa.

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