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Francia, de los aplausos al "fracaso nuclear" en 6 meses o por qué no nos enteramos de nada
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Francia, de los aplausos al "fracaso nuclear" en 6 meses o por qué no nos enteramos de nada

Una serie de dificultades que han afectado duramente a la producción de las centrales francesas ha dado munición a los críticos de la energía nuclear, pero el problema va más allá del sector

Foto: Planta nuclear de Cattenom, en Francia. (Reuters/Pascal Rossignol)
Planta nuclear de Cattenom, en Francia. (Reuters/Pascal Rossignol)
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Era el 10 de febrero de este año. Faltaban 14 días para que la invasión rusa de Ucrania desatara el caos en el continente, pero el problema de los elevados precios de la energía hacía tiempo que era una prioridad en toda Europa. Frente a una monumental turbina desplegada en la fábrica de Arabelle, pieza fundacional de la industria nuclear francesa, el presidente Emmanuel Macron anunciaba la construcción de seis nuevos reactores de última generación antes de 2035, los cuales podrían verse ampliados hasta un total de 14. "Lo que nuestro país necesita, y las condiciones están ahí, es el renacimiento de la industria nuclear de Francia", sentenciaba el mandatario.

La renovada apuesta sin complejos por la nuclear de Francia, un país en el que el 70% de la electricidad consumida procede de este tipo de energía, desató un furor europeo. Por aquel entonces, cuando las orejas del lobo ruso empezaban a asomar y los precios del gas llevaban meses por las nubes, París era visto como el alumno adelantado de la clase por su capacidad de producir y exportar grandes cantidades de electricidad gracias a sus 56 reactores en activo. Defensores de la nuclear espetaban a sus gobiernos que siguieran el ejemplo galo. "¿Por qué no hace usted como Macron?", le preguntaba meses atrás Pablo Casado, por aquel entonces líder del PP, a Pedro Sánchez durante una sesión del Congreso.

Sin embargo, este pasado miércoles, exactamente seis meses después del inicio de la guerra, un presidente francés cabizbajo ofrecía una visión mucho menos optimista del futuro que espera a los franceses. "Creo que asistimos a una gran convulsión, un cambio radical. En el fondo, lo que estamos viviendo es el fin de la abundancia", declaraba Macron durante una reunión de gabinete, advirtiendo del duro invierno que está por venir.

El tono sombrío del presidente, conocido por su arrebatador optimismo, no es para menos. Debido a una serie de problemas que ha provocado la suspensión de más del 50% de los reactores nucleares del país, Francia se está viendo obligada a comprar electricidad y está pagando por ello unos precios sin precedentes, alcanzando la última semana máximos intradiarios de 800 euros por megavatio hora (MWh), una cantidad 10 veces superior a la del año pasado por estas fechas. Y lo peor, como ocurre en el resto de Europa, todavía está por venir. Las proyecciones de los precios para el mercado de este invierno están cerca de duplicar los actuales.

Las dificultades que atraviesa el país han dado una vuelta a la tortilla narrativa. "Francia está viviendo un fracaso nuclear en este momento, con más de 30 reactores parados y con una expectativa del precio de la electricidad de 1.300 euros por MWh (...) esto no lo dicen ustedes", lanzó, como crítica contra el PP y Ciudadanos, Juan López de Uralde, diputado de Unidas Podemos, durante el debate del pasado jueves para la aprobación del decreto de ahorro y eficiencia energética.

Foto: Una llama de gas en la costa del Golfo de Finlandia, región de Leningrado, Rusia, 26 de agosto de 2022. (Reuters/Stringer)

En cuestión de medio año, Francia ha pasado de convertirse en el ejemplo a seguir por los partidarios de la energía nuclear al canario en la mina para sus detractores. Sin embargo, "ambas narrativas están equivocadas", según afirma Thomas Pellerin-Carlin, director del Centro de Energía del Instituto Jaques Delors, en entrevista con El Confidencial. "Un Gobierno puede, de forma razonable, apostar masivamente por la energía nuclear y, de una forma igual de razonable, decidir dejar de construir nuevas centrales", agrega, siempre que se invierta en las alternativas energéticas necesarias para hacer que ambos modelos funcionen. El experto considera que la crisis energética en Francia tiene poco que ver con la nuclear en sí misma y mucho más con la excesiva dependencia de una sola fuente de energía.

La crisis que atraviesa Francia, en esencia, no es muy diferente de la que afronta su vecino alemán, quien durante años puso todas sus fichas en la casilla del gas barato ruso sin tener en cuenta las consecuencias de un posible corte del suministro como el que Moscú ha iniciado como represalia contra las sanciones occidentales. "Si uno mira al debate político en Alemania, es exactamente el mismo tipo que el de Francia: uno divorciado de la física y de la realidad del sistema energético", señala Pellerin-Carlin, quien critica que el Gobierno de Olaf Scholz continúe con su plan de apagar sus tres centrales nucleares restantes este mes de diciembre.

Cinco causas y una tormenta perfecta

Existen cinco factores que han provocado la drástica disminución de la producción nuclear francesa este año. El primero fue el descubrimiento, en diciembre de 2021, de marcas de corrosión causadas por estrés cerca de las soldaduras en las tuberías del sistema de inyección de seguridad del reactor 1 de la planta de Civaux. Revisiones posteriores revelaron fallas similares en otras plantas a lo largo y ancho del hexágono. Como consecuencia, 12 reactores franceses permanecen suspendidos para reparaciones o investigaciones más exhaustivas.

No son los únicos. El segundo problema tiene que ver con unas labores generales de mantenimiento del parque nuclear que se vieron retrasadas a raíz de la pandemia de covid. Como consecuencia, el número de centrales paralizadas este 2022 por estas inspecciones periódicas es considerablemente mayor al que debería. A esto hay que sumarle un tercer factor, el llamado 'Grand Carénage', un programa iniciado en 2014 que debe prolongarse hasta 2025 y tiene como objetivo modernizar y mejorar la seguridad de la flota nuclear para continuar las operaciones más allá de sus 40 años de vida útil. La suma de estos tres primeros factores implica que más de la mitad de los 56 reactores franceses se encuentren inoperativos en este momento.

Foto: Un grupo de trabajadores de Fukushima toma medidas de la radiación en la central nuclear. (EFE/Pool/Kimimasa Mayama)

Por si fuera poco, las condiciones climáticas extremas de este verano, extraordinariamente seco y caluroso, han complicado el enfriamiento de los reactores que continúan operando, los cuales han tenido que reducir su producción o ser apagados durante días. Para paliar este nuevo obstáculo a la producción eléctrica en un momento de máxima necesidad, el Gobierno francés ha permitido a las centrales, de forma excepcional, verter a los ríos el agua caliente que es usada para refrigeración, a pesar de que la regulación lo impediría por el bajo caudal y las altas temperaturas que están sufriendo las vías fluviales.

Por último, hay que sumar los interminables retrasos para comenzar a operar el tercer reactor de la planta de Flamanville, en la costa norte de Francia, que se han convertido en un símbolo de los problemas técnicos que enfrentan EDF y sus contratistas. La construcción comenzó en 2007, con una fecha de finalización prevista para 2012. A día de hoy, sigue sin estar en funcionamiento y su presupuesto se ha cuadruplicado frente a la estimación inicial de 3.300 millones de euros. La ausencia de este moderno reactor europeo de agua a presión (EPR), de tercera generación, supone una pérdida de 1.650 MWe adicionales.

En otras circunstancias, estos cinco factores hubieran supuesto, a lo sumo, un mal año para las cuentas francesas. Sin embargo, el auténtico problema es que la baja producción de las nucleares —junto al cierre de casi todas las centrales eléctricas de carbón y petróleo y la insuficiente capacidad renovable— coincide con la mayor crisis energética de los últimos 50 años en Europa. Francia, uno de los mayores exportadores netos de electricidad del mundo (el año pasado vendió 21.5 TWh), necesita ahora importar grandes cantidades en el peor momento posible. "Va a ser un invierno extraordinariamente duro. Hemos entrado en lo que a todas luces parece una tormenta perfecta", advierte Pellerin-Carlin.

La apuesta francesa sigue en pie

A pesar del reciente bajo rendimiento y de los problemas que se avecinan este invierno, Francia no tiene intención alguna de abandonar la 'renaissance' nuclear anunciada por Macrón en febrero. Gran parte del motivo es la especial relación que el Estado francés tiene con esta fuente de energía que data de otra crisis energética, la del petróleo de 1973, cuando los miembros de la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (OPEP) decidieron dejar de exportar el combustible a los gobiernos que apoyaban a Israel. En aquel entonces, la energía nuclear fue presentada como el salvavidas para la independencia energética francesa, iniciando un 'boom' que culminó con la construcción de decenas de reactores a lo largo y ancho del país.

"En la mente de los políticos de Francia, la energía nuclear es 100% francesa, a pesar del rol que juegan Estados Unidos o Rusia en la cadena de suministro nuclear francés o de que el uranio tenga que ser importado desde otros países", explica Pellerin-Carlin. Por otra parte, la nuclear sigue siendo vista en el país como una de sus últimas grandes fortalezas industriales. No puede decirse lo mismo del sector de las renovables, en el que Francia no se encuentra bien posicionada y que ha llegado a convertirse en el objetivo de los ataques de los sectores más nacionalistas del espectro político francés. Marine Le Pen, candidata ultraderechista y rival de Macron en las pasadas elecciones de abril, prometió durante su campaña eliminar todas las turbinas eólicas desplegadas en el hexágono.

Foto: La columna central del tokamak en el pozo del reactor ITER.

Como ha demostrado este 2022, los desafíos a los que debe enfrentarse París en su nueva ruta nuclear serán múltiples. "La lección de este año es que, en un momento dado, las plantas nucleares pueden dar problemas que implican una disminución de la producción que no se puede predecir por completo", asevera el investigador del Instituto Jaques Delors. Sin embargo, Francia no está sola en su odisea energética. Todas las capitales europeas se encuentran en una carrera contrarreloj por acelerar su transición hacia una economía libre de combustibles fósiles. Y en este esprint acelerado por la invasión rusa de Ucrania, no existe una bala de plata para los diversos retos en el camino de cada país.

Serán necesarias décadas —y, desde luego, no seis meses— para determinar si la apuesta de Macron funciona. El excesivo papel que juega la energía nuclear en estos momentos para la generación eléctrica de Francia ha mostrado su peor cara en un año en que todas las dependencias energéticas europeas han quedado al desnudo. Eso no significa, no obstante, que la construcción planeada de nuevos reactores que sustituyan parte del envejecido parque nuclear del país sea un error, siempre que vaya de la mano de una inevitable inversión masiva en energías renovables que París lleva demasiado tiempo postergando. "La mejor combinación de electricidad es una que sea descarbonizada y, sobre todo, diversificada. Si pones todos tus huevos en una sola canasta, estás condenado a tener un problema en algún momento dado", sentencia Pellerin-Carlin.

Era el 10 de febrero de este año. Faltaban 14 días para que la invasión rusa de Ucrania desatara el caos en el continente, pero el problema de los elevados precios de la energía hacía tiempo que era una prioridad en toda Europa. Frente a una monumental turbina desplegada en la fábrica de Arabelle, pieza fundacional de la industria nuclear francesa, el presidente Emmanuel Macron anunciaba la construcción de seis nuevos reactores de última generación antes de 2035, los cuales podrían verse ampliados hasta un total de 14. "Lo que nuestro país necesita, y las condiciones están ahí, es el renacimiento de la industria nuclear de Francia", sentenciaba el mandatario.

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